María José Romero: Fénix
“FENIX”, MARIA JOSÉ ROMERO, LE LAB, OCT 2025, SP
Uno de los símbolos más ubicuos sobre la resurrección y la renovación es el ave fénix. Con su obra reciente, María José Romero propone ver en sus pinturas una versión personalísima del fénix, pues encarnan su renacimiento personal, una apuesta por la transformación y la superación como proyecto vital, y una forma de reavivarse desde la resiliencia, tanto a nivel profesional como íntimo.
Se ha dicho con anterioridad –y la propia artista lo ha señalado– que su obra responde a procesos interiores, “catárticos”. Su pintura materializa impulsos y acciones que tienen, claro está, correspondencia con situaciones de la vida, pero que no responden a un pensamiento racional o lógico. De tal manera que esta pintora aborda sus piezas como una especie de ritual, una danza sin coreografía programada donde la gestualidad del cuerpo y la mano se transforman en trazos contundentes y expresivos que abarcan toda la superficie del cuadro, en un intento por expandir el impulso creativo hasta los límites de su fuerza física y de la obra misma. Paralelamente a esta exploración de su naturaleza “interior”, María José Romero ha mantenido un interés en otra naturaleza, llamémosla “vegetal”. Existen sin duda paralelismos entre ambas, que vale la pena señalar y que esta exposición muestra de manera muy elocuente. Para comprender mejor la obra reciente de esta artista, es importante leer sus títulos en relación con lo que vemos en los cuadros; de esta forma, se entiende el sentido de esta exposición y su título: Fénix.
En palabras de la artista:
“FÉNIX nace como resultado de un proceso de transformación a partir de un ciclo que culminó con esta serie. Este conjunto de obras refleja dicha experiencia. En lugar de dejarme consumir ante la inminente ruptura y desde un lugar muy intuitivo comencé a pintar el fuego, lo hice una y otra vez en el afán de comprenderlo. Resultó sumamente estimulante lograr que el fuego se manifestara en un lienzo, como si en el cobrara vida, porque no es fácil lograr plasmar todo su movimiento sucediendo en multiples planos.
A propósito de Gastón Bachelard, en su libro El fuego de una vela, hay un fragmento que, recuerdo, va más o menos así: “el fuego es lo ultra vivo”. El filósofo, poeta y epistemólogo francés escribió sobre los cuatro elementos y cada libro es un tratado en el que intenta explorarlos uno por uno. Acerca del fuego, Bachelard hace referencia a su fuerza e intenta explicar lo que representa para la conciencia, porque el ser humano percibe al fuego como algo que esta 100% vivo. Vivo porque no se puede quedar quieto, consume todo, destruye siempre para regenerar. Es una gran metáfora de la vida, en tanto que no lo podemos aplacar, no se puede posponer, no se puede controlar o dilatar. ¡No hay nada más vivo que el fuego! Y esta reflexión abre el espacio para la comprensión de la importancia del momento presente porque, en realidad, es lo único que tenemos. Al final, todo cambia, todo se acaba. Solo se tiene el instante presente y ese es el gran regalo.
FÉNIX no es solo una serie de pinturas. Para mi fue un trabajo alquímico. Entregarse a ese espacio de profundo silencio para trabajar con la sombra, sanar “la herida”, hacer consciente lo inconsciente y ver de frente la verdad. La serie es testimonio vivo del fuego que atravesé, de las cenizas donde perdí la forma y del renacer, donde me encontré de nuevo. FÉNIX nos invita a entender el caos como fuerza evolutiva por excelencia y nos hace saber que cada final es tan solo el principio de algo más verdadero. Porque el fuego no solo destruye: también revela. Basta rendirse a él, para volver a la vida con los ojos abiertos. Pienso que a un nivel colectivo, la transformación es igualmente vital. Se dice que quien no conoce su historia esta condenado a repetirla. Las sociedades no pueden evolucionar sin revisar sus estructuras, narrativas y formas de convivencia. Cuando los grupos humanos se atreven a cuestionar sistemas de opresión, modelos de consumo o ideas heredadas que causan separación, surge una posibilidad de renovación más justa, compasiva y equitativa. La transformación colectiva requiere diálogo, resistencia, imaginación y una profunda conexión con lo que une a los seres humanos más allá de sus diferencias: la necesidad de dignidad, de pertenencia y de sentido. En ambos niveles, el proceso de transformación es un viaje de desmoronamiento y de reconstrucción, de escucha y valentía. Requiere de tiempo, presencia y la voluntad de atravesar la incertidumbre. Pero en esa transformación habita el potencial de lo nuevo, de lo creativo y de lo profundamente humano. Porque transformarse es, en última instancia, recordar lo esencial.

Para mi cada pintura es una ceremonia, yo la utilizo como herramienta esotérica para penetrar en el organismo humano, primero en el mío, ver que sale de allí. Al pintar no tengo intenciones, abordo cada bastidor abierta y dispuesta a fluir, por eso cada obra es una experiencia diferente. Creo que la obra debe trascender al autor, mientras realizo una serie suceden muchas cosas. A mi la obra me trasciende, me gusta mucho dar espacio a la ambigüedad y a la complejidad porque siento que allí las imágenes generan una multiplicidad de significados. Cada obra es resultado de un ritual, porque una vez habiendo cruzado ese umbral, se vuelve al núcleo..
Me interesa mi trabajo en un nivel visual, eso siempre viene primero. No solamente los símbolos que aparecen y lo que implican se deben mencionar, para mi que la imagen funcione como imagen es lo más importante. No siempre se debe entender una obra de arte, estamos todos muy educados a tratar de hacerlo, a ser muy cartesianos, estamos habituados a eso. Pero tenemos demasiado mundo interior y cuando estamos mucho en la cabeza dejamos de sentir las cosas. Para mi es importante que exista un equilibrio entre el pensamiento y el lenguaje del corazón. Para acercarse a FÉNIX propongo dejar a un lado la mente, para que las imágenes puedan entrar fácilmente, permitir la relación de espejos, la obra siempre te devolverá una mirada de ti y eso también es una experiencia que transforma. La transformación es un proceso esencial en la vida humana, pues representa el movimiento natural del crecimiento, del cambio interior y del despertar de una conciencia más amplia. A nivel personal, transformarme implicó soltar viejas formas de pensar, sentir o actuar que ya no funcionaban para mi propio bienestar. Fue un profundo acto de honestidad conmigo misma, una forma de traspasar una serie de emociones como el dolor, la duda o el estancamiento a fin de renacer con mayor claridad, autenticidad y fuerza interior. Si lo permitimos, cada crisis, cada pérdida o cada pregunta vital es también una puerta hacia una versión más lúcida y libre del ser.
El símbolo del Ave Fénix me acompañó como una guía en todo este proceso. El Fénix es un ave mitológica que, al llegar al final de su ciclo vital, se consume en fuego y cenizas para renacer renovada, más luminosa y fuerte. El ave que arde y resurge de sus propias cenizas me parece una imagen poderosa de lo que atravesamos como personas y como comunidades. Morimos simbólicamente muchas veces, y si tenemos el valor de atravesar ese fuego, podemos renacer. No iguales, no indemnes, pero más conscientes y mucho más fieles a nuestra verdad.” María José Romero

“FENIX”, MARIA JOSÉ ROMERO
8 octubre – 22 noviembre 2025
Le Laboratoire
General León 56
San Miguel Chapultepec, 11850 cdmx




